Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
La depresión mayor ha llegado a situarse en los últimos años entre los trastornos psicológicos más prevalentes en la población general y uno de los más incapacitantes (Paykel, Brugha, & Fryers, 2005). Tanto es así, que la OMS estima que se convertirá en una de las tres principales causas de discapacidad en todo el mundo en el año 2030 (Mathers & Loncar, 2006). Según datos del estudio ESEMeD, un estudio epidemiológico llevado a cabo en diferentes países europeos entre los que se encuentra España, la prevalencia de depresión en el último año se situó en el 4.0% en nuestro país, siendo la prevalencia vida de un 10.5% (Haro et al., 2006). Resultados similares fueron encontrados en este mismo estudio para el conjunto de la población europea (Alonso et al., 2004a), donde la prevalencia en los últimos 12 meses fue de un 3.9% y la prevalencia vida de un 12.8%. Estos datos indican que la probabilidad de sufrir depresión es superior a la de otros trastornos mentales, como los diferentes trastornos de ansiedad o los trastornos relacionados con el consumo de sustancias.
Junto a los datos sobre prevalencia, la investigación sobre depresión ha tratado también de determinar el alcance que ésta supone en términos de incapacidad para la persona que la padece, costes económicos, comorbilidad con otros trastornos, así como riesgo de muerte. A este respecto, diferentes autores han llamado la atención sobre el desajuste que la depresión puede ocasionar en áreas como el trabajo, las relaciones sociales, las actividades cotidianas o las relaciones íntimas (Kessler et al., 2003). Los resultados del estudio ESEMeD-España mostraron que los trastornos mentales, entre ellos la depresión, ocasionaron el mayor impacto negativo sobre la calidad de vida relacionada con la salud y la discapacidad funcional (más días de trabajo perdidos), superando incluso el impacto de enfermedades físicas crónicas. Así por ejemplo, en los casos de trastorno moderado, aproximadamente un 13.4% de personas afectadas habrá perdido algún día (entre 1 y 4) en el último año (Codony et al., 2007). Trasladando estos datos a cifras económicas, se estima que en España el gasto anual por depresión es de 5.005 millones de euros (Valladares, Dilla, & Sacristán, 2008), lo que representa un coste medio por paciente deprimido de 3.042,45 euros al año. Un coste bastante alto, pues casi duplica el gasto medio sanitario por habitante en España, que según cifras de la OCDE es de 2.099 $ (unos 1.713,5 €) (Casajuana & Romea, 2009).
Además, la depresión no siempre aparece de forma aislada, sino que posee una alta comorbilidad con otros problemas psicológicos y físicos (Hasin, Goodwin, Stinson, & Grant, 2005; Kessler, Merikangas, & Wang, 2007). Por ejemplo, el 41.7% de las personas con un trastorno depresivo sufre un trastorno de ansiedad o un trastorno por consumo de alcohol (Alonso et al., 2004b) mientras que la prevalencia de pacientes con enfermedad física crónica que presenta un trastorno depresivo se ha llegado a situar entre un 9.3% y un 23.0% (Moussavi et al., 2007). En cuanto al riesgo de muerte, una de las carácterísticas más preocupantes con respecto a la depresión es su relación con el suicidio. Según datos recientes (Bernal et al., 2007), la depresión se muestra como el trastorno mental más relacionado con la existencia de ideas e intentos de suicidio, siendo el porcentaje de personas con depresión que muestran riesgo de suicidio de un 28%.
La depresión mayor ha llegado a situarse en los últimos años entre los trastornos psicológicos más prevalentes en la población general y uno de los más incapacitantes (Paykel, Brugha, & Fryers, 2005). Tanto es así, que la OMS estima que se convertirá en una de las tres principales causas de discapacidad en todo el mundo en el año 2030 (Mathers & Loncar, 2006). Según datos del estudio ESEMeD, un estudio epidemiológico llevado a cabo en diferentes países europeos entre los que se encuentra España, la prevalencia de depresión en el último año se situó en el 4.0% en nuestro país, siendo la prevalencia vida de un 10.5% (Haro et al., 2006). Resultados similares fueron encontrados en este mismo estudio para el conjunto de la población europea (Alonso et al., 2004a), donde la prevalencia en los últimos 12 meses fue de un 3.9% y la prevalencia vida de un 12.8%. Estos datos indican que la probabilidad de sufrir depresión es superior a la de otros trastornos mentales, como los diferentes trastornos de ansiedad o los trastornos relacionados con el consumo de sustancias.
Junto a los datos sobre prevalencia, la investigación sobre depresión ha tratado también de determinar el alcance que ésta supone en términos de incapacidad para la persona que la padece, costes económicos, comorbilidad con otros trastornos, así como riesgo de muerte. A este respecto, diferentes autores han llamado la atención sobre el desajuste que la depresión puede ocasionar en áreas como el trabajo, las relaciones sociales, las actividades cotidianas o las relaciones íntimas (Kessler et al., 2003). Los resultados del estudio ESEMeD-España mostraron que los trastornos mentales, entre ellos la depresión, ocasionaron el mayor impacto negativo sobre la calidad de vida relacionada con la salud y la discapacidad funcional (más días de trabajo perdidos), superando incluso el impacto de enfermedades físicas crónicas. Así por ejemplo, en los casos de trastorno moderado, aproximadamente un 13.4% de personas afectadas habrá perdido algún día (entre 1 y 4) en el último año (Codony et al., 2007). Trasladando estos datos a cifras económicas, se estima que en España el gasto anual por depresión es de 5.005 millones de euros (Valladares, Dilla, & Sacristán, 2008), lo que representa un coste medio por paciente deprimido de 3.042,45 euros al año. Un coste bastante alto, pues casi duplica el gasto medio sanitario por habitante en España, que según cifras de la OCDE es de 2.099 $ (unos 1.713,5 €) (Casajuana & Romea, 2009).
Además, la depresión no siempre aparece de forma aislada, sino que posee una alta comorbilidad con otros problemas psicológicos y físicos (Hasin, Goodwin, Stinson, & Grant, 2005; Kessler, Merikangas, & Wang, 2007). Por ejemplo, el 41.7% de las personas con un trastorno depresivo sufre un trastorno de ansiedad o un trastorno por consumo de alcohol (Alonso et al., 2004b) mientras que la prevalencia de pacientes con enfermedad física crónica que presenta un trastorno depresivo se ha llegado a situar entre un 9.3% y un 23.0% (Moussavi et al., 2007). En cuanto al riesgo de muerte, una de las carácterísticas más preocupantes con respecto a la depresión es su relación con el suicidio. Según datos recientes (Bernal et al., 2007), la depresión se muestra como el trastorno mental más relacionado con la existencia de ideas e intentos de suicidio, siendo el porcentaje de personas con depresión que muestran riesgo de suicidio de un 28%.