Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
Papeles del Psicólogo, 1992. Vol. (53).
RINALDO NODARSE.
Psiquiatra Servicios Salud Mental de Móstoles (Madrid)
Posiblemente, hablar del trabajo en un Equipo Interdisciplinar y del Equipo en sí mismo, seguirá siendo, por mucho tiempo, un tema fascinante.
No pretendo cerrar, por tanto, con mi exposición, ninguna pregunta, en todo caso, lo que persigo es la apertura de nuevas interrogantes.
Me ha llamado la atención que los enfoques desde los que se aborda el análisis del Trabajo en Equipo y del Equipo, y en particular, desde los que se aborda el Equipo Interdisciplinar en Salud Mental, suelen terminar, siempre, en ataque o loa, como si los objetivos de tal análisis, más que a la comprensión y al conocimiento estuviesen dirigidos a la consecución de juicios de valor.
No digo que este objetivo tenga que excluirse, es más, creo que no conviene olvidarlo; sin embargo, me atrevo a afirmar que la gran mayoría de los estudios y los múltiples comentarios que, derivados de ellos, se publican, contravienen la seriedad y el rigor que se supone necesario para llegar a conocer y, con honestidad evaluar.
Tal parece como si las aproximaciones, en pro o en contra, se gestasen desde prejuicios inamovibles, muchas veces enmascarados por tecnicismos que se pretenden asépticos.
Una atenta mirada, o ni siquiera tan atenta, a tales aproximaciones, deja al descubierto, muy pronto, encarnizadas luchas por el poder.
Pero esto que comento, colocándolo en el lado, del «estudioso», del «analista», ocurre también, de hecho, en mayor o menor medida, en muchos equipos, por diversas razones.
Y esto tiene lugar, pienso, desde poco después de iniciar la modalidad de trabajo en Equipo Interdisciplinar, en Salud Mental, su andadura histórica.
Historia que en algunas anécdotas que pueblan vuestras conciencias, como pueblan la mía, recuerdan eventos tales como las Cruzadas, la Inquisición, el Descubrimiento de América, Numancia, la recién terminada «guerra fría», cte. No todo ha sido trágico o glorioso en esta historia.
Probablemente sea idéntica o parecida, en esto, a la historia de cualquier organización humana.
Quizá, lo trascendente es que haya surgido como necesidad y se mantenga.
Pasaré a otras consideraciones más concretas, no sin antes alentar el uso de alguna parte de vuestro tiempo a la teorización específica sobre las singularidades del Equipo Interdisciplinar en Salud Mental, sobre sus recursos, objetivos, límites, integrantes, etc.
La necesidad de teorización en este campo es imperiosa pues apenas existe.
Como primera consideración, no voy a dejar escapar, la que deviene de una inquietante y dolorosa cuestión que, en nuestro medio, afecta negativamente al Equipo.
Se trata del demorado y siempre pospuesto reconocimiento «oficial» del Psicólogo Clínico como personal sanitario.
Digo «oficial», pues un hecho que se ocupa de tareas sanitarias y que lo hace, tanto en otros países, como en el nuestro, con reconocida eficacia práctica y valiosas aportaciones teóricas.
La repercusión de esa «paraoficialidad» o «ilegalidad» no llega a ser nefasta en todos los Equipos gracias a algunas posturas personales definidas, tanto en los Psicólogos Clínicos, como de otros profesionales o directivos.
No obstante, la línea de flotación está permanentemente amenazada.
Esto es perverso. Hay que reconocerlo y denunciarlo. Defender la plena integración como personal sanitario del Psicólogo Clínico, con argumentaciones basadas en su formación y en la capacidad que se le supone, porque ello es sabido desde la misma definición de la Psicología Clínica como Especialidad, no está de más, aunque parezca obvio o ingenuo.
Acredito que la ignorancia existe y que es GRANDE y PEOR en la cabeza de algunos importantes médico-psiquiatras y directivos, administrativos o políticos, que están impidiendo dicho reconocimiento.
Hacerlo desde la actividad sanitaria, como se viene haciendo, es legítimo, aunque no sea legal. Creo, además, que su legitimación quedará más consolidada, cuando esa actividad sea plena y tenga lugar en todas las instancias de la red sanitaria, incluida la atención a las urgencias, pues en toda ella el Equipo ha de intervenir.
Otra consideración que no conviene olvidar -estoy seguro que todos la tenemos en mente- que es previa a la primera consideración y seguirá, aun cuando aquella quede subsanada, es la de cómo pueden organizarse y trabajar con coherencia y armonía, profesionales de tan «especiales especialidades»: Psiquiatras, Psicólogos Clínicos, Trabajadores Sociales, etc. cuando sabemos que nuestras disciplinas están en crisis.
Las numerosas tensiones que surgen ligadas a esta circunstancia en la organización del Equipo, su jerarquía, la definición de roles, el diseño y la programación de actividades, etc., sabemos que no siempre han impedido el desarrollo de un trabajo sanitario con repercusiones positivas en indicadores epidemiológicos y resultados más que alentadores sobre la salud de los pacientes.
Me abstengo de exponer otras reflexiones sobre la mencionada crisis para hablar de la Urgencia, realidad clínica y social que podríamos calificar como uno de los más arduos problemas que podemos encontrarnos en nuestra práctica asistencial.
Con certeza le calificaría, también, como uno de los más decisivos momentos para hacer prevención.
No creo que deba repetirles conceptos sobre Urgencia o Crisis, ni hablar de sus posibles semejanzas o grandes diferencias, pues abundan en los libros y revistas. Seguro que los conocéis.
Me parece más oportuno precisar que tanto en la demanda por una Urgencia como en la que se hace por una Crisis que se hace urgente, probablemente lo más relevante es el enfoque que se hace en el dispositivo asistencial donde se atiende.
Enfoque inexorablemente marcado por el contexto institucional donde radique ese dispositivo y por la política sanitaria. No tanto por la que está escrita sino, claro está, por la que se practica.
Otros muchos marcadores podría recordar, en tanto son determinantes del enfoque y las respuestas.
A veces, terribles enfoques y respuestas.
Menciono, de una vez, todos los SESGOS, ya sean médicos o biologicistas, psiquiátricos, psicológicos o sociales.
Todos tienen explicación. Todos cierta razón.
Ninguno por sí solo la posibilidad de hacer el acercamiento que la Urgencia Y/O la Crisis reclaman.
Opino que es muy importante, para hacer ese acercamiento, no dejarse llevar por la fácil atracción que ejercen los esquemas conceptuales al uso.
Ellos son seductores, cómo no, y nos producen una serena tranquilidad; pero también nos dejan ciegos, con escasos fragmentos en las manos a los que eufemísticamente llamamos instrumentos para el diagnóstico o terapéuticos; alguno, o todos, no son sino microscopios con los que sólo vemos un pedazo pero no el universo.
A mi juicio, la opción no es otra que la de juntar esos fragmentos.
En el Equipo Interdisciplinar puede conseguirse, con una organización no sumativa ni multiplicadora, sino con aquella otra que lo defina como un sistema permanentemente interactivo y crítico, modesto, flexible, valiente, paciente, complejo y abierto, en continuo proceso de cambio y complejificación.
Urgencia y Crisis son resumibles con la palabra Complejidad.
Ante ella, hoy por hoy, sólo se podrán articular respuestas adecuadas desde la interdisciplinaridad.
Os invito a que mediten en la desgarradora, irracional y absurda soledad del Psiquiatra de Guardia, enfrentado a una situación relativa o totalmente desconocida y obligado consigo mismo y con la sociedad a dar una buena y efectiva respuesta.
Espero que alguien más que yo piense que esta modalidad de atención es indefendible.
No sólo porque hace oídos sordos a las organizaciones internacionales que recomiendan, implícitamente, otro funcionamiento; sino también porque es desmesurada la tarea; porque induce a omnipotencias reñidas con la lógica, la sensatez y la salud; pone en riesgo permanente de desprestigio a nuestras disciplinas, en extremo expuestas, así, al reduccionismo y a la ineficacia y por un larguísimo, etc., de mejores razones, aún, que las que expongo.
Concluyo esta exposición, que he deseado construir con las palabras más sencillas y menos cargadas de técnica que he podido encontrar, quizá porque supuse que para uno de los últimos tramos del trabajo de estas jornadas iban a ser más cómodas y apetecibles, con el recuerdo de mi primera oportunidad de trabajar en un Equipo Interdisciplinar.
Fue hace veintiún años. Se ponía en marcha, entonces, en la Habana, la Psiquiatría Comunitaria. En el Servicio de Psiquiatría donde iniciaba mi Residencia se constituyó lo que fue llamado Equipo Activo 24 Horas. Atendería todas las Urgencias del Área.
Estaba integrado por Psicólogo Clínico, Trabajador Social, Enfermera, Psiquiatra, Residente de Psiquiatría y Psicólogo haciendo la especialidad.
Decidimos que no íbamos a ser como los Equipos donde la organización se caracterizaba por su simplicidad, sencillez y una separación del más alto grado, es decir, el Psiquiatra, como médico, encargado del examen físico y psíquico, el T. Social haciendo una historia social después de su investigación en la comunidad, el psicólogo administrando tests y todos juntos, después, en una conferencia evaluativa para realizar la revisión de los hallazgos aportados por cada uno, para finalmente decidir el psiquiatra el tratamiento del paciente.
Se optó por una jerarquía no definida por la profesión sino consensuada y cambiante.
Se decidió que nos someteríamos a un cierto eclecticismo, pragmático e intencional, muy vigilado, para no convertirlo en confusionismo teórico.
Se estableció el compromiso «racional» de buscar soluciones rápidas a las demandas y se aceptó que todos manejaríamos toda la información desde el primer momento, a partir del cual el diseño de la o las intervenciones se realizaría por decisión comparada, así como su ejecución.
La tarea del diagnóstico de la demanda de urgencia y de ella misma, siempre se planteó corno el más abigarrado empeño intelectual que tendríamos que emprender.
Ningún aspecto podía quedar fuera.
Nunca se: excluyeron los factores biológicos. Tampoco el resto de los factores de la integralidad harto mencionada.
La tarea estaba impregnada, también, de un cierto «romanticismo», en tanto tenían cabida la espontaneidad, los sentimientos, las intuiciones.
No equivoca Poincaré cuando señala que «cuanto más profundamente se trata de penetrar en la búsqueda de las más esenciales e importantes verdades de conocimiento científico, tanto menos afectiva resulta la razón y más lo es la intuición. Aquella usa la lógica para lograr, penosa pero seguramente, sus resultados; esta brota espontáneamente e ilumina el panorama conceptual de súbito, sorprendiendo al propio sujeto, que tiene la impresión de ser más «espectador» que autor de sus ideas. He aquí, con esto, entrar lo «irracional» por la puerta grande, en el campo frío, metódico, ordenado y lógico de la investigación científica».
Tengo en mi recuerdo que no se trataba de una magnífica. articulación de técnicas médico-psicológicas, sino de la compleja gestación y parto de una nueva vivencia.
Aquello modificó al servicio y a muchos de nosotros. Fuimos sujetos de una relación entre sujetos que perseguíamos posiblemente por encima de otros objetivos llegar a comprender por querer ayudar.