Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
Papeles del Psicólogo, 1988. Vol. (35).
MARIA EUGENIA ROMANO MARIA EUGENIA ROMANO
Después de haber pasado revista algo más detenidamente a las características del dibujo de la figura humana, vuelven a surgir los problemas que se apuntaban al principio. Se advierte ahora la cantidad de posibilidades que ofrece como técnica proyectiva, y también alguno de los motivos por los que no ha sido posible demostrar su validez. No es necesario repetir la serie de inconvenientes que se presentan en el camino de la demostración, pero aparece bien justificada la opinión de Nunnally sobre la dificultad (que él considera imposibilidad) de manejar las miriadas de interacciones posibles. Sin embargo, la cuantificación, como piensa Cerdá, parece el único procedimiento par apreciar su valor real. Las frecuentes alusiones a la intuición global no pueden aceptarse en este terreno, a no ser como una nueva fuente de conocimiento, con lo cual se excluye del ámbito de lo que se considera hasta ahora ciencia propiamente dicha. Cabe también como fuente de hipótesis, como motor de un pensamiento creador cuyos frutos, a su vez, habría que comprobar.
Las consideraciones que siguen se refieren a aspectos parciales que pudieran contribuir a un enfoque más ajustado de esta prueba. No constituyen un sistema de interpretación, que es tarea de mayor complejidad y envergadura, a la que habría de contribuir un esfuerzo colectivo y un planteamiento en otro terreno.
Sentido de la proyección
Un punto clave para lograr una interpretación es el sentido que se da al mecanismo de proyección.
Inicialmente parecía suponerse que en toda técnica proyectiva lo que sucede es que el sujeto "se proyecta a sí mismo", es decir, se refleja directamente. Esto podía suceder, según las características de cada técnica, en distintos aspectos, pero el fenómeno continuaba siendo el mismo. Así en las pruebas de relatos de historias, lo que dice el sujeto del protagonista de la historia se puede aplicar a él mismo; se identifica al sujeto y al héroe de la historia. En los dibujos, especialmente en el de la figura humana, que se presta más a esta versión que otro tipo de dibujos (como árbol, o H.T.P.), se supuso que el autor venía a trazar su propio retrato.
La experiencia muestra que se trata de un fenómeno más complejo. Puede aparecer, en efecto, con esa simplicidad, pero también hay otras formas de proyección que pueden encontrarse en el producto de una técnica. El tema no ha sido suficientemente analizado. Anzieu (1972) alude brevemente a la distinción de Ombredane, como inicio de un camino por recorrer.
Supone la existencia de una proyección:
a) Especular: el sujeto encuentra en la imagen de otros, como en un espejo, las características que pretende que son suyas; puede, a su vez verificarse de modo indicativo (por ejemplo, un niño enfermo dibujo un cuerpo atrofiado) o de modo optativo (por ejemplo, relatando una historia de afecto cuando padece de carencia afectiva).
b) Proyección catártica, atribuyendo a la imagen de otro las características que él mismo tiene y rechaza de sí.
c) Proyección complementaria por la que se atribuye a los demás sentimientos o actitudes que justifican los propios.
También podría proponerse otra clasificación basada en un fundamento único; lo que el sujeto es, lo que desea y lo que rechaza. Así se encontraría:
a) Proyección directa. El sujeto se refleja tal como él cree que es. Quizá tal como es. Pero estas dos versiones no son equivalentes; es más presentan justamente el problema del diagnóstico. Quizás podamos averiguar a través de una técnica proyectiva que el sujeto utiliza esta forma de proyección directa, que se refleja tal como se ve. Pero una segunda cuestión es la de confrontar esa creencia del sujeto con la realidad. Las personas tiene opiniones sobre sí mismas y ueden expresarlas directamente; esto no quiere decir que tales opiniones sean acertadas. La afirmación que hace Mischel entre la decepción y el humorismo, de que el mejor modo de saber cómo es una persona consiste en preguntárselo a ella misma, todavía tiene un inconveniente: ni siquiera así los sabremos; sólo sabremos cuál es la opinión que la persona tiene de sí misma.
Es, pues, evidente que en una forma de proyección directa el sujeto pretende reflejarse como él cree que es; y nuestra interpretación ha de tener en cuenta este hecho. Necesita una nueva fase de comprobación. Así la constatación de que un sujeto, por ejemplo, crea de sí mismo que es cobarde no quiere decir que lo sea, sino que lo cree; y ya es bastante si logramos captar este hecho.
b) Proyección optativa: los que el sujeto desea ser, y justamente no lo es. Estas aspiraciones ideales aparecen claras en el aspecto del contenido, en el que con frecuencia se representa la profesión o la situación a la que se aspira. En la figura 13 hemos visto el ejemplo del seminarista; en la figura 50 un estudiante de segundo curso de Medicina se ve ya como médico, incluso contemplado por la figura femenina. Pero no es posible que en los rasgos de estructura se presenten elementos que respondan también a esta aspiración; uno de ellos puede ser el tamaño, como compensación de la propia pequeñez; o la intensa presión de la línea. En estos casos es una forma de aspiración compensadora de una deficiencia sentida. Pero es aquí difícil hacer la distinción entre los conceptos de privación y carencia. Es posible que para el sujeto no haya tal distinción entre la posesión de elementos esenciales, naturales o de necesidades forjadas socialmente, o incluso de caprichos; quizá en este último caso pueda se mayor la intensidad del impulso.
Una mezcla de ambos medios de representar este tipo de proyección optativa: el contenido y la estructura, aparece en la paranoia, con sus enormes y firmes figuras que representan reyes sentados en su trono en actitud solemne, hierática.
c) Proyección defensiva, que vendría a coincidir con la catártica y con el mecanismo de defensa propiamente dicho de proyección. Aunque es más fácil atribuir al sujeto el rechazo de un rasgo que interpretarlo además, en una segunfa fase, en este sentido de mecanismo de defensa, suponiendo que lo considera como una rasgo que el yo rehusa considerar como propio.
Estas posibilidades plantean a su vez nuevos problemas que son, por otra parte, una posibilidad de comprender e interpretar mejor el fenómeno de la proyección. Así el primero de ellos: ¿es igual la capacidad de proyección en todos los sujetos? Es posible que cada persona tenga una capacidad diferente no sólo en cuanto a la aptitud para la proyección en general, sino en cuanto a la cualidad, a la forma de proyección que prefiere. En la práctica de las pruebas proyectivas se suele sacar la impresión de que las personas son diferentes en esos dos aspectos: en el nivel en que son capaces de proyectarse (en la intensidad de este fenómeno). Y también en la cualidad de la proyección, en la forma especial de proyección que prefieren. Así decimos de unos dibujos que son "ricos" y otros "pobres"; lo mismos que de protocolos de Rorschach o de relatos. Parece que hay algunos trastornos graves de la personalidad que afectan a esta capacidad de proyección y llevan consigo esa "pobreza". Y, por otra parte, algunas personas normales o con rasgos neuróticos, nos presentan gran cantidad de datos. Claro que, por otra parte, esta riqueza o pobreza se considera por un intérprete, y podría suceder que los dibujos o protocolos "pobres" fueran muy proyectivos si encontráramos la clave de su significado.
Eso en cuanto a la intensidad de la proyección. En cuanto a su calidad, también habría que preguntarse si todas las personas son capaces de adoptar todas las formas de proyección. Y si todas las utilizan en la misma medida o si varían según la personalidad que está adaptada a una forma de proyección propia, ¿es un rasgo más o menos constante, depende de circunstancias patológicas, de circunstancias normales, de la edad, del nivel cultural? Incluso hay que suponer que la personalidad del psicólogo intervenga también en la educción de una forma de proyección determinada en el sujeto; es posible que la relación transferencial influya en este sentido. Esto por lo que se refiere al sujeto, pero también habría que considerar las técnicas proyectivas desde este punto de vista. Quizá no todas las técnicas sean capaces de facilitar en el sujeto la mayor amplitud de posibilidades de proyección; es posible que algunas técnicas propongan un material tal que induzca al sujeto más en una vía de proyección que en otra. Así, por ejemplo, el test de frustración de Rosenzweig podría facilitar especialmente un tipo de proyección defensiva.
Sobre este punto sólo puede apuntarse posibilidades. En la realidad se encuentra que hay tres tipos de pruebas: interpretción de manchas (fundamentalmente Rorschach), relatos, y dibujos, y que en cada uno de estos grupos parece que la proyección se orienta con mayor o menos amplitud y en un sentido determinado. Es posible que ello contribuya el hecho de que los sujetos den a veces rendimientos muy diferentes en unas pruebas que en otras, y así puedan encontrarse protocolos de Rorschach pobres frente a relatos ricos; ésta es una experiencia frecuente, así como también la diferencia entre Rorschach y Machover; hemos visto en los casos de alopecias que el dibujo aparecía más desintegrado o elemental que los datos de Rorschach; en éste el sujeto podía establecer una defensa; en dibujo parece que se mostraba un tipo de proyección directa. Esto que puede aparecer una cuestión teórica, surge en la práctica inmediata en cuanto tratamos de interpretar, en este caso, un dibujo. El sentido que puede tener una figura varía con la forma de proyección que el sujeto haya empleado; es bien frecuente la duda entre las dos posibilidades de la proyección directa o la optativa. En una figura adornada con caracteres estimables, no sabemos si el sujeto se proyecta directamente ("éste soy yo") o en sentido optativo ("éste querría ser, no lo soy"). Lo mismo sucede con la representación de rasgos como la agresión, la carencia de miembros, la deformidad, en sentido negativo; puede aparecer la proyección defensiva colocándolos en la figura contraria.
Es, pues, necesario saber cuál es la forma de proyección utilizada por el autor; y aún eventualmente si ha acudido a más de una, lo que también es posible. Sobre este punto hay algunos rasgos que pueden servir de indicio. Por de pronto, ha de tenerse en cuenta el conjunto de todos los datos no solamente de esta prueba, sino que los restantes medios de diagnóstico, incluida la entrevista; los datos que aparecen en alguno de ellos puede servir de confirmación para otro. Resulta facilitado en algunos casos en los que se supone ya un tipo de proyección, como la defensiva, en personalidades con rasgos paranoides. Otras veces el indicio proviene de las características misma del dibujo; cuando se repreenta personajes ideales adornados de una serie de rasgos positivos, y/o cuando se añaden también rasgos estructurales como buen tamaño, firmeza de línea, etc., podemos suponer que se trata de un tipo de proyección optativa. O en los casos citados, en los que aparece una profesión deseada.
La interpretación se complica por el hecho de que aparecen dos figuras, con la posibilidad de que en cada una se haya empleado una forma de proyección distinta. Véase el ejemplo de la figura 83, donde el personaje femenino aparece con unos rasgos bien diferentes del masculino; la mujer en un tipo de dibujo idealizado incluso levemente acentuado por la adición de una inmensa pluma sobre el sombrero, pero en un intento de representar una figura bella; el hombre, en cambio, no solamente es tratado concierta rigidez geométrica, sino que representa una deformación , una ocultación de la realidad viva; es un dibujo egipcio, esclerosado, de espalda a la mujer. El autor es un hombre; no parece que en este segundo dibujo, en el de su propio sexo, haya utilizado un tipo de proyección desiderativa; más bien se representa como se siente, ofreciendo una imagen caricaturesca de sí mismo, o rechaza esta posible visión de su situación. Pero lo que representa la figura femenina dibujada en primer lugar y la combinación de ambas ofrece numerosas posibilidades enriquecidas por esta consideración del tipo de proyección.
Descripción e interpretación
La cuestión de las relaciones entre descripción e interpretación es tan amplia y complicada que desborda hasta el intento de resumirla aquí; se encuentra en la base de los problemas no solamente de las técnicas proyectivas, sino de todas las pruebas de personalidad y aun de la esencia misma del psicodiagnóstico. Como vimos al principio, todos los autores que se han ocupado de la medición, evaluación o aun descripción de rasgos de la personalidad han tenido que aclarar estos dos terrenos distintos e inseparables de la descripción y la interpretación.
Levy (1971) ha dedicado un denso trabajo al tema de la interpretación psicológica. De la complejidad de sus aspectos baste decir que aparece entre ellos el semántico, que abre perspectivas a nuevos problemas e investigaciones.
Vamos a reducirnos aquí a unas consideraciones limitadas a conceptos que aparecen en la práctica más inmediata.
Por lo que se refiere a nuestro caso, al dibujo de la figura humana, como en las demás técnicas, es preciso distinguir dos planos:
a) Las conclusiones pueden limitarse a una descripción superficial de la personalidad deducida de los datos de la prueba. Fijarse en los datos más generales y hacer una mera descripción de los hallazgos sin precisar más su sentido. Esta descripción resulta exacta, de acuerdo con la realidad del dibujo, pero poco profunda, porque no llega a dar interpretaciones. No expresa la relación entre los datos que aparecen en el dibujo y los que corresponden a la realidad psíquica que se pretende conocer.
b) Por el extremo contrario, es posible establecer un paralelismo entre esas dos series de rasgos: las del dibujo y las que se suponen correspondientes en la personalidad. Se basa tal interpretación en una hipótesis (que puede estar o no estar comprobada experimentalmente) y se interpreta el dibujo con arreglo a tal esquema. Se da así una descripción con arreglo a una teoría determinada. Ya no es una descripción, sino una interpretación. Puede ser completa, profunda, bien detallada... y únicamente corre el peligro de no ajustarse a la realidad, si es un supuesto basado en una hipótesis no comprobada. Puede encajar teóricamente con exactitud, pero estar lejos de responder a los hechos. Es un puro esquema conceptual.
Esos son los dos extremos a los que se aproxima el proceso de conclusión de nuestra prueba: la descripción o la interpretación. En la realidad ambos se mezclan, y generalmente nos vamos apoyando en uno o en otro a medida que necesitamos más seguridad en nuestras conclusiones (dada por la descripción) o más riqueza diagnóstica (dada por la interpretación.
En líneas generales, pues, nos encontramos ante dos extremos: el de una descripción segura, pero pobre en conclusiones; y una interpretación rica y variada, pero con tantos más riesgos de error cuanto más precisa.
Si se analizan ambas posibilidades se advierte que no se encuentran en el mismo plano. La descripción se atiene al plano real. La atribución de un significado pasa a un plano de sentido.
Incluso en este momento interviene la personalidad del psicólogo, y no solamente en el momento de la aplicación y de la relación interpersonal con el sujeto. También, cuando llega la fase de interpretación, el intérprete lleva una teoría de la personalidad a veces no totalmente consciente, otras veces clara y razonada. Así los psicólogos con orientación psicoanalítica adoptan con más facilidad la interpretación de las pruebas en este sentido. Con tanta mayor facilidad cuanto que esta interpretación es casi la única que se ha fornulado con carácter sistemático en muchas pruebas proyectivas, y entre ellas en la que nos ocupa.
Técnica proyectiva y teoría de la personalidad
Es una cuestión que puede examinarse en dos aspectos:
a) La dependencia o independencia de una técnica con respecto a toda teoría de la personalidad.
b) La independencia de una técnica con respecto a la teoría de la personalidad en la que surgió, la que creó la técnica.
En el primer aspecto parece que no hay posibilidad de independencia. Una prueba puede aplicarse con arreglo a sus métodos propios, pero una vez que ha llegado a la fase de deducción de conclusiones ha de atenerse a una teoría de la personalidad, a un esquema que le sirva de dirección, de ordenación de campo de sus hallazgos. No puede reducirse a la mera descripción que señalábamos en el punto anterior; ha de abandonar ese refugio de la simple enumeración de datos, porque en el nivel mínimo de interpretación ha de acudir a una teoría.
En una primera fase, en la de la aplicación, la técnica parece totalmente neutra: se limita a cumplir su papel de pantalla de proyección. Capta los hechos sin deformarlos en ningún sentido, sin influir en la interpretación posterior de loque resulte proyectado en ella. En realidad, esa característica respecto a la aplicación de la técnica no se cumple siempre, presenta algunos fallos, pero es, al menos, el esquema ideal que no está lejos de la realidad.
Pero en una segunda fase, cuando se trata de obtener conclusiones, deducciones, debe acudir a una teoría de la personalidad. Esta intervención de la teoría se encuentra a veces implícita, encubierta bajo los términos empleados para describir los fenómenos.
Porque los mismos conceptos que sirven de punto de referencia no son hechos puros, sino que provienen de una teoría dada que a veces es posible reconocer incluso referida a época y autor. No hay una descripción totalmente neutra de los hechos psíquicos. Cuando se pretende, lo que se consigue a veces es una mezcla, acaso no muy homogénea, de elementos de distintas teorías. Así resulta que en las descripciones de la personalidad que se han obtenido a través de alguna prueba (o de otras formas de diagnóstico, como la entrevista, etcétera) puedan aparecer mezclados conceptos que aportan la resonancia de teoría bien diversas, como "carece de imaginación", "no tiene fuerza de voluntad", "sufre un complejo" y "tiene un yo débil".
La adopción de una teoría única o de un sistema ecléctico, mezcla de varias teorías, tiene, por cada parte, sus ventajas y sus inconvenientes.
Levy analiza claramente estas posibilidades.
En el caso de que adopte una teoría definida de la personalidad el intérprete, no tendrá muchas dificultades para obtener sus conclusiones. No tiene más que aplicar la explicación que propone su teoría en cada caso. Dice Levy: "Actualmente no hay una teoría de la personalidad que se acerque a la amplitud del psicoanálisis... la teoría psicoanalítica sigue siendo la única a la que puede recurrir el clínico en busca de una construcción apropiada sin contratiempos." "Al contrario del intérprete psicoanalítico ortodoxo, que trabaja con la fluida eficacia de una computadora electrónica y la tranquila seguridad del experto artesano, su heterodoxo colega parece ser -y a veces es- torpe, inseguro y confundido cuando se acerca a la interpretación constructiva." Es preciso reconocer además que la interpretación funciona como uno de los campos de prueba de la teoría: cada caso en el que una teoría explica una interpretación, aumenta con ello su importancia.
Sobre las dificultades tanto de la interpretación del psicoanalista ortodoxo como del psicólogo ecléctico añade Levy unas observaciones que conviene tener muy en cuenta en su aplicación a la prueba del DAP, porque, efectivamente, se encuentran en la base de multitud de dificultades. Ya se ha visto la frecuencia con que la Psicología experimental reprocha a esta prueba su adscripción a una interpretación exclusivamente "freudiana" (Anastasi, Kleinmuntz, etc.). "Los que no son partidarios de teorías psicoanalíticas reemplazan las inconsistencias obvias del psicoanálisis por las inconsistencias propias del eclecticismo; en lugar de una teoría de dudosa calidad colocan una amalgama de calidad esencialmente desconocida."
Si esto es cierto, habrá que esperar del progreso de la investigación sobre teorías de la personalidad que logren ofrecer una base sólida de interpretaciones. El fallo, en esta ocasión, no ha de atribuirse a la técnica.
En cambio, en cuanto al segundo aspecto de la cuestión, sí que parece factible aplicar una técnica proyectiva con independencia de la teoría de la personalidad que le dio origen.
Pero no todas las técnicas son iguales desde este punto de vista de su posible emancipación de la teoría originaria. Algunas nacen más indisolublemente ligadas a su teoría; y no tanto en la intención del autor, sino como un hecho real: consideradas como una entidad peculiar aparecen unidas a la teoría que constituye su base. Presentan un aspecto de justificación de la hipótesis de la que proceden. Así sucede, por ejemplo, con Szondi.
Otras, en cambio aun habiendo sido creadas dentro de un ambiente determinado, muestran más posibilidades de elaboración fuera de su teoría originaria; presentan más riqueza de aspectos, mayores posibilidades; son por ello, más fructíferas. Ejemplos de ellas puede considerarse el Rorschach, y éste es quizá uno de los hechos que explica su difusión mayor que el de otras técnicas proyectivas. Porque es posible una interpretación psicoanalítica de Rorschach, pero no es ésa la única. Caben otras posibilidades, aunque también dependen de la medida en que se ha logrado una teoría de la personalidad que pueda vislumbrarse a través de estas respuestas ante las láminas.
Véase la diferencia con la citada técnica de Szondi que permanece unida a la teoría que le dio origen, porque apenas se presta a interpretación a partir de otros sistemas teóricos.
Las técnicas de dibujo en general y DAP en particular parecen escasamente ligadas a una hipótesis concreta. Esto acontece en el aspecto teórico, porque en la realidad de su evolución histórica estas pruebas han aparecido generalmente unidas a una teoría; la de Machover lleva aneja una interpretación psicoanalítica bien definida.
Sin embargo, dadas sus características, es posible que constituya uno de los mejores ejemplos de técnica neutra, en el sentido de representar una pantalla de proyección que capte datos interpretables desde diferentes puntos de vista.
Así se reflejan los rasgos de personalidades normales o patológicas y en cada caso se pueden aplicar los esquemas proporcionados por la psicología y la psiquiatría.
También con referencia a la conexión entre una técnica y una teoría de la personalidad, hay que observar que alguna vez se exponen los resultados de la técnica de tal manera que pueden dar la impresión engañosa de simple reflejo de la realidad, cuando en el fondo de lo que se trata es de esa realidad interpretada a través de una hipótesis. Se llega entonces a considerar los resultados como verdades absolutas, sin vislumbrar las hipótesis que se hallan en su base y que determinan una interpretación parcial de sus datos.
Y aún queda otra cuestión, que es la de que en la misma técnica, en la presentación de su material, en la elaboración que se pretende del sujeto, etc. puedan ir incluidos enfoques de una teoría determinada.
Porque sobre la base de hechos reales pueden deducirse conclusiones verdaderas o falsas (según la corrección del razonamiento). Pero se aumenta la posibilidad de error si en la observación de la realidad se ha intercalado un artificio que a su vez se basa en una hipótesis.
Algunas técnicas son más susceptibles de correr este peligro. Así, por ejemplo, el test de apercepción temática infantil, el CAT, propone diez láminas dirigidas a explorar unos temas determinados de la mentalidad infantil. Por supuesto no son todos, sino una selección propuesta por el autor. En los resultados que se obtengan habrá que cuidar de no caer en la generalización excesiva que supondría concluir que esos temas son todo lo que se encuentra en la mente infantil. Se trata sólo de un enfoque, de una parcelación de la realidad, de una orientación determinada. Después de aplicada esta prueba se van a encontrar en los relatos infantiles historias referidas a los temas que hemos propuesto; han de interpretarse con arreglo a estas consideraciones.
El DAP presenta la ventaja de ofrecer amplias posibilidades de expresión; limita solamente el campo de actividad al dibujo y propone un tema, la figura humana, dentro del cual caben enfoques en muy distintos planos.
Elementos del dibujo y rasgos de la personalidad
Partimos de la hipótesis de que un elemento gráfico corresponde a un rasgo de la personalidad, pero esto necesita ser demostrado experimentalmente.
Suponiéndolo admitido, quedan aún varias cuestiones relacionadas con el posible valor expresivo de cada rasgo del dibujo. Una de ellas es la distinción a este respecto entre rasgos estructurales y de contenido. Como esta distinción se halla también en otras técnicas proyectivas, parece que continúa aquí la creencia de que los rasgos estructurales son más significativos que los de contenido. Se supone que revelan planos más profundos de personalidad, estructuras más estables. Mientras que el contenido vendría a ser el reflejo de contenidos mentales y por tanto menos significativo.
Es, como se ve, una interpretación semejante a la que se hace de los datos de Rorschach. Pero también aquí, como en Rorschach, esta creencia no parece justificada por procedimientos experimentales, al menos hasta ahora. Aunque, por otra parte, también hay que objetar que algunos planteamientos experimentales se basan en hipótesis que no parecen muy exactas.
Otra cuestión es la del tipo de correspondencia que podría hallarse entre un rasgo del dibujo y otro de la personalidad. Se supone generalmente que un rasgo del dibujo refleja un rasgo simple de la personalidad. Por ejemplo, se suele establecer una relación de expresión entre el trazado inseguro y la característica personal de inseguridad; al fin y al cabo es una muestra de la conducta del sujeto. Lo que ya no parece posible deducir de aquí es un diagnóstico más complejo, como el de neurosis o cualquier otro. Parece más bien que los elementos que logramos aislar en los dibujos reflejan rasgos de la personalidad que no llegan al nivel complejo de síndromes y menos de cuadros nosológicos; así, en efecto, es posible encontrarlos en tipos muy diversos de personalidad normal y anormal.
Dicho de otra manera: no parece que se pueda encontrar en el dibujo ningún rasgo patognomónico de ninguna enfermedad considerada como un complejo de síndromes. Lo que se aísla en la valoración son elementos, o combinaciones de elementos que pueden reflejar aspectos de la personalidad. Es decir, en el caso del dibujo el análisis procede de los elementos para combinar unidades más complejas que pudieran incluso llegar a abarcar la visión total de la personalidad.
Muchos ejemplos pueden citarse en este terreno que, aunque parece diáfano, ha dado lugar a confusiones, que quizás sean debidas al ansia de lograr un medio técnico, casi mágico, que proporcionar un diagnóstico. Pero el camino no es tan simple ni directo.
Así, por ejemplo, hay un rasgo del dibujo que consiste en su esquematización excesiva; se encuentra en muchos esquizofrénicos, pero no es exclusivo de la esquizofrenia (Navratil, 1972). Lo mismo sucede con la esquematización geométrica, que, según cita Kretschmer, interpreta así un paciente: "me complace representar todas las formas reales, visibles, sometidas a una estilización geométrica, como triángulo, rectángulo y círculo; expresarlo todo en un esquema, desnudar la realidad".
Así se encuentra a veces en esquizofrénicos, pero también en personas normales que consideran tal esquematismo como una expresión artística, y como tal se ha dado en las corrientes de pintura moderna.
También se encuentra, por otra parte, en personas no artistas, con gran tendencia al pensamiento abstracto, que representan una figura esquemática o incluso simbólica sin que esto suponga alteración patológica. Lo que sí plantea este hecho es un problema de interpretación, porque estos sujetos, generalmente jóvenes de alto nivel intelectual, muestran en el Rorschach también respuestas abstractas. Y, por supuesto, no sólo originales, sino hasta individuales, de difícil atribución a una valoración como positivas o negativas, porque el psicólogo se ha de atener a su propio juicio que quizá no llegue a captar estos altos valores expresivos de la abstracción.
Así pues, la interpretación de un rasgo gráfico es mucho más compleja que la adscripción a un diagnóstico; no se puede deducir la esquizofrenia del hecho de presentarse una esquematización en el dibujo. Esto es un ejemplo, y de modo semejante en todos los demás. De la esquematización geométrica dice Navratil que "las categorías geométricas son, al contrario que las formas orgánicas, indiferentes a las emociones, desposeen a las manifestaciones naturales de su valor fisonómico". Pero aun admitiendo este sentido de indiferencia a las emociones no adquieren solamente el sentido de expresión de esquizofrenia. Caben otras posibilidades, como son las tendencias al esquematismo por intelectualización, por abstracción; y en este caso tanto puede tratarse de una superación racional y razonada del mundo concreto como de una huida del mundo real, es decir, en este caso como mecanismo de defensa.
Como se ve, en este ejemplo un dato gráfico aparece como expresión de una conducta cuyo último sentido para el diagnóstico no puede darse aisladamente, sino en integración con los demás.
Totalidad y niveles de rasgos
Según acaba de señalarse, una condición indispensable de la interpretación de la prueba consiste, lo mismo que en las demás técnicas proyectivas, en la consideración de sus elementos como una totalidad. Cada uno de los elementos aislados no adquiere su valor ni su interpretación adecuada sino en función de los restantes. Así pues, cada uno de ellos puede ser interpretado en un primer momento sólo condicionalmente, en espera de confirmar el supuesto sentido sólo cuando se halle encajado con los demás; es la conocida comparación del rompecabezas en el que deben encajar todas las piezas. Los posibles contrasentidos han de caber en una interpretación de conjunto en la que se integran las ambivalencias.
Así pues, no puede darse una interpretación aislada a un elemento determinado del dibujo, como tantas veces se pretende. No es posible afirmar sin más lo que significa una cabeza grande o la presencia de botones. Cualquier elemento apunta en un cierto sentido, pero su interpretación adecuada depende del conjunto.
La observación del proceso de algunos cuadros patológicos sugiere la posibilidad de que se sostengan "niveles" de rasgos del dibujo. Es decir, un inicio de ordenación jerárquica en el sentido de que unos rasgos pudieran tener significación diferente de otros tantos por lo que se refiere a su capacidad de expresión por parte del sujeto como por el nivel de análisis a que podrían ser sometidos por el intérprete.
Como un inicio de esta ordenación se podría apuntar:
1) Rasgos superficiales: son los que se refieren al contenido, a la representación de figuras concretas, a los complementos, perspectivas, etc. Por supuesto no pueden acudir a este nivel las personas que no poseen un mínimo de capacidad para el dibujo. Aparece como medio de expresión de símbolos: su nivel es simbólico, o, al menos, en ese sentido nos parece captar su comunicación. Se pierden relativamente pronto en el proceso de una enfermedad.
2) Rasgos intermedios podrían ser los que se refieren a las variaciones en el tamaño, la posición de las figuras, el inicio de omisiones, el sombreado, etc. La atribución de un simbolismo ya no parece tan evidente
3) Rasgos básicos, los últimos que se pierden, aquéllos que se establecen con mayor firmeza. Son los que se refieren a cierre de figuras, unidad del conjunto, cualidad de la línea, etc. Pueden manifestar aspectos grafomotores y en algunos aspectos son semejantes a los que aparecen en tests como Bender y Benton.
En relación con esta ordenación de niveles de rasgos, o con otra más adecuada, habría que pensar en el modo de expresión de cada uno de ellos y en la interpretación consiguiente. Recordando la crítica de Levy a la atribución por Machover de interpretaciones sin un sistema determinado, podría pensarse si es propio de cada uno de estos niveles un tipo de expresión diferente, o bien, por el contrario, si los modos de expresión no tienen relación con estos niveles de rasgos. Levy señala en Machover la función, la estructura, la asociación, la metáfora y la secuencia. Pero aún podría suponerse que el sistema de "estructura" estuviera en conexión con los rasgos llamados estructurales; el de "función" sólo sería admisible teniendo en cuenta la hipótesis del dibujo como representación del esquema corporal, etc.
Polaridad y compensación
Algunos de los elementos del dibujo son susceptibles de una consideración especial. En la interpretación se encuentra con frecuencia lo que podría llamarse principio de polaridad.
A veces los sujetos se sitúan en un plano de expresión en el que se pueden interpretar dos versiones opuestas. A veces la oposición es muy evidente, como veremos en la dualidad de figuras. Pero no solamente puede haber diferencias entre las dos figuras, sino aun dentro de una misma. Así puede aparecer oposición entre los términos de inseguridad-rigidez, grande-pequeño, esquematismo-difusión. También en ocasiones hay que interpretar en sentido polar un mismo rasgo.
También Navratil ha observado que las figuras trazadas por esquizofrénicos se caracterizan por la exageración o por la pérdida de categorías formales; se relacionan en ellos un formalismo estricto o la destrucción de la forma. Claro está que ambos rasgos son expresión de un contacto deficiente con el mundo exterior, pero ambos revelan la existencia de estados opuestos en estos enfermos. En la esquizofrenia aparece, pues, esta polaridad de formalismos-deformación; también existen otras.
En otros casos, sujetos ante la expresión de conflictos, tensiones, ambivalencias, etc., acuden a este procedimiento de polaridad: un rasgo y su contrario. Así aparecen, por ejemplo, la omisión de partes del cuerpo frente a la acentuación de otras. Y lo que es más curioso: la oscilación entre ambas tendencias y el paso de una a otra.
En varios tipos de enfermedades aparecen estas versiones polares, pero quizá más claramente que en ninguna en la psicosis maníaco-depresiva, quizá por la naturaleza polar de la misma enfermedad. Aun así, las diferencias individuales son grandes, y no todos los enfermos llegan a manifestar este sistema de expresión, mientras que algunos acuden a varias formas de polaridad. Las que más frecuentemente aparecen en estos enfermos son las que se refieren a la oposición de tamaño (grande-pequeño) y de trazado (firme-vacilante); también es posible la combinación de ambas polaridades o de alguna más. No es raro que aparezca una figura grande, de trazado firme, casi desbordando el papel, mientras que la segunda figura con los caracteres contrarios parece presagiar la fase depresiva que se avecina.
Por lo dicho puede también vislumbrarse una hipótesis: que los distintos sistemas de polaridad tengan a su vez sentidos diferentes. Algunos parecen más empleados en personas normales en situaciones de conflictos; otros sistemas, como los acabados de citar, se encuentran en psicosis maníaco-depresiva; el de formalismo-deformación, en la esquizofrenia. En las neurosis (y también muy frecuentemente en la normalidad) se centran en el contenido: aparecen figuras con movimientos diferentes, trabajos distintos, ropas diferenciadas. Es posible que esto signifique la elección de diferentes planos de expresión para una misma base de polaridad.
En un sentido opuesto, aunque quizá complementario al de la oposición, se encuentra lo que se podría denominar sistemas de compensación. Cuando aparecen fallos en algunos aspectos del dibujo (que suponemos paralelos a fallos de la personalidad, por ejemplo en el curso de una depresión, el comienzo de un esquizofrenia) se puede encontrar en algunas personas un sistema de compensación que parece que sigue direcciones fijas. Uno de esos sistemas de compensación es el que se establece entre el tamaño y la integridad de la figura representada. Y, por supuesto, en cualquiera de las dos direcciones. Es decir: puede aparecer una figura de gran tamaño, pero en la que el fallo consiste en la ausencia de elementos. O bien, por el contrario, una figura de pequeño tamaño que, sin embargo, se halle perfectamente completa, incluso con una minuciosidad tanto más de notar cuanto que el dibujo en esa dimensión no es fácil.
Otro sistema que ha podido apreciarse en los ejemplos presentados es el del tamaño con respecto a la firmeza de línea. Figuras grandes pueden presentar una línea temblorosa y una presión escasa; o al contrario.
Llega un momento en que fallan estos sistemas de compensación, paralelamente al empeoramiento del enfermo. Pero, por supuesto, esto no son más que indicaciones para el planteamiento de unas perspectivas que no se reduzca simplemente a la apreciación de un rasgo, sino de un conjunto de ellos.
Las posibilidades de interpretación en la dualidad de figuras
En la versión de DAP el dibujo requiere dos figuras y ello se presta a varias posibilidades de interpretación. Una figura es masculina y otra femenina; al pertenecer su autor a uno de estos dos grupos, parece explicable el hecho de que se tome una de las figuras como el "autorretrato" y la otra como el "heterorretrato".
Así pues, en esta hipótesis la figura del mismo sexo que su autor queda interpretada, sin más, como una proyección directa del sujeto. La de sexo opuesto, en cambio, admite dos interpretaciones, situadas en el plano del contenido, del objeto que representan: pueden aludir a la figura parental correspondiente (padre o madre) o al compañero sexual (esposo, -a, etc.), o bien, lo que es lo mismo, puede ser la representación imaginativa de ellos.
Sobre esta hipótesis se han hecho numerosas comprobaciones experimentales (figura dibujada en primer momento, su relación con la adecuación sexual del sujeto, con el ambiente cultural, con la edad, etcétera) con resultados diversos, generalmente negativos. Es posible que haya que elaborar más detenidamente las hipótesis en las que se basa tal interpretación.
Por de pronto, las expresiones de autorretrato y heterorretrato han de tomarse en un sentido muy amplio, puesto que no se trata siempre de la proyección del retrato, ni siquiera de la visión ideal del sujeto. Recuérdese lo dicho a propósito del mecanismo de proyección y de la posibilidad de que se presente en formas diversas y aun opuestas.
De ello hay que deducir que es posible que el sujeto no se identifique simplemente ni con la figura de su propio sexo ni con la figura dibujada en primer término. Puede haber expresado en ella otras formas de proyección. La proyección directa no es más que una posibilidad como cualquier otra de las citadas.
También es posible que la proyección personal, es decir, el llamado autorretrato, se logre no en una sola figura, sino a través de las dos. Esta suposición se basa en el hecho de que a veces en cada figura aparecen reflejados algunos de los rasgos que el mismo sujeto posee, rechaza o desea; al manos en la medida en que podemos captar esta proyección.
En otros casos parece que la misma proyección de autorretrato en las dos figuras puede relacionarse con fases sucesivas en el tiempo. Recuérdese el fenómeno que aparece en algunos enfermos maníaco depresivos, en los que cada una de las figuras aparece con rasgos polarmente opuestos: unas veces como expresión de la polaridad de su situación; otras como el vislumbre de la crisis que se avecina y que va a girar una fase en otra.
A veces la indiferenciación de las dos figuras facilita esta posibilidad de una sola proyección a través de las dos. Pero también en los casos contrarios, en los que aparece una diferenciación acentuada, insistente, puede interpretarse como una proyección, si no directa (que también es posible), al menos optativa (también desearía ser el otro polo) o de rechazo ("esto es lo que no soy", precisamente porque algunas de estas características del otro sexo se poseen y se rechazan).
La hipótesis de una misma proyección personal a través de las dos figuras presenta matices interesantes. En algunos casos parece vislumbrarse la posibilidad de una interpretación de tipo jungiano, en el sentido de animus y anima.
Todo ello permite el planteamiento de hipótesis distintas a las de la interpretación inicial.
La temporalidad en las dos figuras
Es preciso tener en cuenta el aspecto temporal, no solamente por el interés que presenta como elemento esencial de la vida psíquica, sino porque aparece proyectado en algunos dibujos, según podemos suponer.
La polaridad señalada en los dibujos de maníaco-depresivos no se limita a una polaridad estática, sino que indica una sucesión en el tiempo en muchas ocasiones, posiblemente en la proximidad de comienzo de una nueva fase. Sus dibujos se prestan, pues, como modelo a este análisis. Parece que, en general, la figura dibujada en primer momento es la representación de la situación actual; la segunda figura, pues, representaría la fase futura, la que inmediatamente va a sobrevenir. En algunos casos es tal la intensidad de expresión de esta segunda figura, y su desacuerdo con al situación presente del enfermo, que ha sido posible pronosticar la aparición de la nueva fase. Esto, como se ve, no es más que el apunte de algunas posibilidades interpretativas que abrieran campo a otras perspectivas distintas a las que se han planteado algunas comprobaciones experimentales, por ejemplo, relativas al significado que lleva la primera figura.
En la elección de una figura como primera para dibujar parece que pueden intervenir varios factores. No solamente el de representación de sí mismo como persona de tal sexo; ni tampoco solamente el aspecto temporal que acabamos de citar: la representación de sí mismo en el momento presente frente a una segunda figura que representar el porvenir inmediato. Parece que aún hay otras posibilidades. Ni siquiera puede suponerse que todos los sujetos sean sensibles a la misma expresión cuando se determinan a dibujar una figura como la primera.
El hecho de que una figura aparezca dibujada antes de otra se presta, pues, a varias hipótesis. En un principio se supuso que con la primera figura se identifica el sujeto más fiel y espontáneamente. Y ello podría suceder tanto en la hipótesis del autorretrato en el papel sexual como en la versión temporal (situación actual del sujeto).
Pero también conviene examinar esta suposición, porque no sólo no se comprueba en todos los casos, sino que incluso podría tomarse en sentido opuesto, es decir, que fuese la segunda figura la que representar la proyección más auténtica. Hay que pensar que en otras técnicas de dibujo (así algunas versiones del árbol) se pide al sujeto que dibuje primero una figura, después otra (en este caso, siempre de árbol), y que es la segunda versión la que se toma como más representativa.
Podría suceder que la primera figura representara un primer plano, una actitud de adaptación, incluso un ensayo ante la dificultad de la tarea. Y sólo la segunda fuese la real, la que ha sido trazada con posibilidad de conocer y dominar la tarea.
Así pues, sobre la primera figura dibujada han de tenerse en cuenta, al menos, los siguientes aspectos:
a) La elección espontánea entre figura masculina o femenina, es decir, el simbolismo del sexo escogido.
b) La relación con el propio sexo del sujeto, que puede ser el mismo o el opuesto a la figura dibujada en primer término.
c) El tratamiento de igualdad o de diferenciación dado a ambas figuras y el sistema que utiliza para lograr esta diferenciación: el plano en que se sitúa para marcar la diferencia.
d) El matiz temporal: la distinción no ya entre una figura de tal o de cual sexo, sino simplemente entre primera y segunda. Piénsese en la influencia del adiestramiento que supone la segunda figura sobre la primera; pero también, en sentido contrario, en el fenómeno de agotamiento hacia el final de la prueba que se encuentra en algunos casos patológicos y que puede determinar alteraciones evidentes.
Tampoco hay que olvidar el hecho de que esta dualidad de figuras en cuanto al sexo esté determinado por la técnica misma. Es decir, sea un "artefacto". La técnica consiste en solicitar precisamente dos figuras y precisamente de distinto sexo; es natural que se encuentren en los resultados las expresiones de esta dualidad y de esta oposición. Por ello las posibles interpretaciones giran en torno a esta presencia de dos sexos. Si solicitáramos tres figuras, quizá la interpretación se inclinara a suponer un paralelismo con el pasado, el presente y el futuro; o con una situación trial de conflicto personal (como sucede, en efecto, en otras técnicas de dibujo). Si se pidieran cuatro figuras, quizá aparecieran las posibilidades que expone Koch a propósito de los cuatro ángulos de un rectángulo y las cuatro direcciones básicas.
Y así sucesivamente. Las interpretaciones basadas en divisiones polares son siempre arriesgadas, obedecen a una especie de simbolismo numérico de reminiscencia pitagórica.
Tales hipótesis han de examinarse y comprobarse adecuadamente antes de aceptarlas como válidas. En la misma técnica se introducen a veces los reactivos (aquí la petición de las dos figuras) del hecho que posteriormente se interpreta.
No solamente es posible la interpretación de las dos figuras en el sentido de autorretrato y heterorretrato, según el sexo dibujado. También caben otras posibilidades, como el autorretrato en ambas figuras, tomadas como suma de elementos, o la ambivalencia que presenta, en ambas, elementos incompatibles del autorretrato. O bien una versión de la misma personalidad en un plano presente y otros futuro. O quizá también un momento presente y otro pasado (como se interpreta en otras pruebas de dibujo). O una proyección no de retrato, sino de aspiración o de rechazo; y esto en ambas figuras o en alguna de las dos. Y así, una infinita cantidad de posibilidades.
Este original pertenece al libro de María Eugenia Romano "El dibujo de la figura humana como técnica proyectiva". Gredos. Madrid.
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