Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
Papeles del Psicólogo, 1983. Vol. (9).
Ramón Bayés
Profesor del Departemento de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Desde que el nuevo equipo ministerial se ha hecho cargo del gobierno, los temas de la Seguridad Social, la Reforma Sanitaria y la Salud en general han pasado al primer plano de la actualidad.
Como psicólogo profundamente interesado por los problemas de Salud y a la vista de la ausencia de un punto de vista psicológico en gran parte de los debates en curso, me atrevo a expresar, a continuación algunas consideraciones que no pretenden ser completas, definitivas ni ostentar más representatividad que la personal. Mis puntos de vista, equivocados o no, son los siguientes:
1º) En el momento presente, en España, uno de los problemas prioritarios cuya solución condiciona todos los demás es el económico; por ello, me congratulo de que el titular del Ministerio de Sanidad y Consumo sea un economista. Los gastos de la Seguridad Social han experimentado un crecimiento desbordante en sus tres capítulos fundamentales: pensiones, subsidios de desempleo y asistencia sanitaria, pasando de 300.000 millones de pesetas en 1972, a casi 3 billones de pesetas en los presupuestos de 1982. El fenómeno, además, tiende a agravarse debido, por una parte, al envejecimiento de la población y, por otra, a la crisis económica, la cual se traduce en menor desarrollo, más desempleo y más inflación.
2º) Por esta razón, aunque el objetivo fundamental tiene que ser la mejora del nivel de salud de la población, en las circunstancias presentes dicha mejora no debería obtenerse a través de un aumento del gasto público sino mediante la racionalización del sistema sanitario, considerado por los informes más serios -véase, por ejemplo, el reciente número monográfico de la revista Papeles de Economía Española dedicado a la Seguridad Social- como mal organizado, mal gestionado y despilfarrador de sus recursos.
En base a estas premisas, considero que los conocimientos o/e intervención de los psicólogos -que vienen interesándose por el estudio científico de los principios y leyes del comportamiento humano desde hace más de un siglo- puede ser especialmente útil en algunos aspectos que, aparte de sus connotaciones humanas, poseen una repercusión económica, directa o indirecta, inmediata o a largo plazo, en el presupuesto sanitario:
a). Conseguir cambios en los hábitos y estilos de vida que afectan negativamente a la salud, como pueden ser, por ejemplo, el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, la falta de ejercicio físico o los hábitos alimenticios nocivos. No es suficiente con informar o recomendar a los afectados sobre lo que pueden o deben hacer; es preciso analizar de que factores depende que se sigan, o no, las indicaciones o consejos que se les proporcionan. Y éste ya no es un problema médico sino, en gran parte, psicológico.
b). Conseguir el cumplimiento de las prescripciones médicas. Aún cuando poseyéramos una Seguridad Social bien organizada, con equipos sanitarios competentes que otorgaran a cada enfermo una atención ilimitada; aún cuando se hubiera llegado a un grado de conocimiento óptimo de todas las enfermedades y trastornos, y se dispusiera de los medios idóneos de diagnóstico y tratamiento, persistiría un enorme despilfarro de recursos si no resolvíamos el problema de cómo conseguir que los usuarios siguiesen las prescripciones de los terapéutas. En efecto, en la actualidad, se calcula, por ejemplo, que el 40 por 100 de los enfermos ambulatorios no sigue las prescripciones médicas. En otras palabras, aún cuando el sistema fuera perfecto -de acuerdo con el modelo asistencial vigente- el 40 por 100 de todos los gastos médicos ambulatorios sería posiblemente inútil desde un punto de vista profesional. En mi opinión, este problema tampoco es estrictamente médico sino, en gran medida, psicológico.
c) Conseguir erradicar los actuales rituales sanitarios en los que todo acto médico se espera que termine, inevitablemente, con la prescripción de un fármaco, y en los que la respuesta de los ciudadanos ante cualquier pequeña molestia o dolor suele ser la auto-administración de un medicamento.
e). Introducir nuevas pautas culturales en las que el denominado "efecto placebo", verdadero responsable de muchas mejorías y curaciones, pueda obtenerse por medios no medicamentosos e incluso, siempre que sea posible, sin necesidad de una intervención médica.
f). Introducir en la población -posiblemente, a través de la E.G.B. y los medios de comunicación- estrategias psicológicas que ayuden al individuo a enfrentarse con éxito a las situaciones de stress.
g). Introducir en España el nuevo campo interdisciplinar de la llamada Medicina Conductual, punto de encuentro entre la moderna Psicología científica, la Biomedicina y otras disciplinas sanitarias -Epidemiología, Sociología de la Medicina, Enfermería, etc.- y cuya ámbito de aplicación abarca trastornos y enfermedades tan diversos como: el insomnio, el asma, la obesidad, la hipertensión, las cefaleas, el cáncer, etc., así como las disfunciones sexuales o el tratamiento conductual del dolor crónico. Es interesante señalar que, en los Estados Unidos, instituciones de tanto prestigio como el National Cancer Institute y el National Heart, Lung and Blood Institute poseen departamentos de Medicina Conductual a cuyo frente se encuentran psicólogos cualificados.
Estos no son, evidentemente, todos los problemas en los que el psicólogo podría llevar a cabo una aportación, probablemente modesta pero original, que, en muchas ocasiones en el seno de equipos multidisciplinarios, ayudará a la racionalización de los problemas de Salud. De acuerdo con un informe dado a conocer recientemente por una revista norteamericana, 7 de las 10 principales causas de muerte se encuentran determinadas, en gran parte, por factores de comportamiento.
No quisiera que se interpretara este escrito en el sentido triunfalista de que el psicólogo dispone ya de la formación y conocimientos necesarios para proporcionar respuestas rápidas, eficaces e inequívocas a los problemas planteados. Se trata tan sólo de un mero inventario de posibilidades y prometedores caminos a seguir -cuya andadura ya ha comenzado en otras latitudes- que, en mi opinión, debería traducirse, lo antes posible, en las siguientes consecuencias: a) En los futuros programas de investigación en el campo de la Salud debería conferirse prioridad a su estudio y resolución; b) Los planes de estudio de la carrera de Psicología deberían acoger estas realidades; c) Siempre que deban tomarse decisiones en los problemas sanitarios -interdisciplinarios por excelencia- en los que se encuentre implicado el comportamiento humano, tendrían que tenerse en cuenta las opiniones de psicólogos expertos.